El Retrato del Poder: Macron y Sheinbaum

Las imágenes presidenciales no son inocentes. Cada encuadre, cada gesto, cada objeto en escena comunica un mensaje. Como decía Jesús Reyes Heroles: “la forma es fondo”.

Lo entendió Emmanuel Macron cuando, a sus 39 años, se convirtió en presidente de Francia. Su primer retrato oficial fue todo un manifiesto visual: la bandera francesa y la europea en perfecto equilibrio; el escritorio dispuesto con símbolos cuidadosamente elegidos —el reloj dorado, las Memorias de guerra de De Gaulle, El Rojo y el Negro de Stendhal— y dos teléfonos inteligentes que mostraban a un líder moderno. La ventana abierta al jardín del Elíseo transmitía, al mismo tiempo, cercanía y esperanza, mientras él, levemente apoyado sobre la mesa, proyectaba control y confianza. Algunos dicen que imitaba un poco la postura de Barack Obama.

Macron diseñó su imagen como un presidente intelectual, moderno, europeo y, sobre todo, dueño de los tiempos.

Ahora comparemos con México.

Claudia Sheinbaum compartió en redes una foto con el mensaje: “Trabajando desde Palacio Nacional ☎️”. Pero la puesta en escena transmite lo contrario de lo que seguramente buscaba. La presidenta aparece con postura agachada, mirada baja y arrinconada en la oficina.

Habla por teléfono desde un aparato fijo —contrario a la modernidad— y, además, da la espalda a una computadora en cuya pantalla se alcanza a ver una conversación de WhatsApp que le resta toda seriedad.

Todavía más grave: sobre su cabeza, presidiendo la pared, está la imagen de Andrés Manuel López Obrador con la banda presidencial. No es un detalle menor: colocado más alto, domina simbólicamente el espacio.

El contraste es brutal:

Macron: construye un retrato cargado de símbolos para anunciar que es moderno, que encarna tanto a Francia como a Europa, que domina el escenario.

Sheinbaum: sin proponérselo, proyecta subordinación, como si aún habitara bajo la sombra del expresidente.

El lenguaje sin palabras no miente: mientras Macron decía con su retrato “aquí está el nuevo dueño del Elíseo”, la foto de Sheinbaum parece susurrar “sí, señor presidente”.

Y en política, esa diferencia visual no es detalle menor: es la distancia entre proyectar poder… o reflejar dependencia.

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