La Imagen Como Arma Propagandística
La comunicación no verbal tiene un impacto poderoso. Se dice que es más importante cómo se dice que lo que se dice, y en ese “cómo” entran muchos elementos: la voz, las pausas, los gestos, la indumentaria, la postura…
El mensaje se vuelve muy poderoso cuando todo va en el mismo sentido, cuando lo que se dice y lo que se muestra es congruente.
La imagen política ha sido clave a lo largo de la historia. Se apoyan en símbolos e indumentaria para justificar por qué ellos tienen ese puesto de poder. Los faraones egipcios, los emperadores romanos y, más tarde, Napoleón comprendieron que el poder no solo se ejerce, también se representa. Napoleón profesionalizó la autopromoción visual: se apoyó en el arte para persuadir, controlar y legitimar. Su famoso retrato Napoleón cruzando los Alpes, de Jacques-Louis David, es una puesta en escena: un corcel enardecido con los ojos rojos, mientras Napoleón muestra un rostro sereno y, con su brazo extendido, señala el camino (seguridad + seriedad).
En la roca están escritos los nombres de Aníbal y Carlomagno: Napoleón se coloca en la misma línea histórica de los grandes conquistadores.
Aunque la obra se convirtió en un símbolo de liderazgo y ambición, es una gran mentira: la realidad es que Napoleón cruzó los Alpes montado en una mula y acompañado de un guía.
Los símbolos importan. La congruencia entre el discurso y la imagen crea credibilidad; la incongruencia la destruye.
Andrés Manuel López Obrador entendió esto bien. Opositor al exceso durante 18 años, supo atacar la arrogancia, la soberbia y los errores del “mirreinato” de Peña Nieto. Supo montarse en la palabra “corrupción” e impulsó una estética de la sencillez: ropa austera, trayectos sin escoltas, él mismo cargaba su maleta en mano en el aeropuerto. La narrativa funcionó. Pero con el tiempo, la realidad mostró otra cosa: privilegios, excesos y contradicciones. Vestirse con modestia no basta cuando se gobierna con opulencia.
Hemos visto cómo funcionarios y funcionarias representan a México “luciendo” unos crocs o huaraches que dan una pésima imagen. No se trata de dinero ni de lujo, se trata de vestir con propiedad, pues representan a México y a los mexicanos.
Hoy, la narrativa de la austeridad se acompaña de otra estética autoritaria: todos visten igual, como si desde la apariencia se buscara imponer una sola emoción, una sola idea, una “línea de pensamiento”. Pero la diversidad estética es reflejo de libertad. Se dice que, cuando todos piensan igual, solo uno está pensando y los demás se alinean.
Como decía mi mamá, hay cosas difíciles de ocultar:
la tos, el amor… y el dinero.
Y también —añadiríamos hoy—: la soberbia detrás de una falsa sencillez.
publicado en @Opinion51